Chavismo, notas sobre. 2da parte (despopularización)
En un aparte anterior realizado en 2009 analizábamos al chavismo como una visión-de-mundo que posee tres características centrales:
1.- la doble interpelación existente entre líder y pueblo.
2.-el movimiento que ha planteado con mayor radicalidad, los problemas de clase, etnia, procedencia y gusto desde la Guerra Federal.
3.- un movimiento particular venezolano, bolivariano, que puede equiparse a otras experiencias latinoamericanas como peronismo, fidelismo, zapatismo, sandinismo y a otros liderazgos de la historia nacional como los de Boves, el jóven Páez y Zamora. Debido a su extracción popular, y sobre todo barrial, el chavismo irrumpe subvirtiendo no solo el orden establecido sino también las alternativas izquierdistas eurocéntricas, antidemocráticas y antipopulares.
Terminábamos esa entrega diciendo que en la actualidad, y precisamente a partir de 2007, se ha presenciado un proceso de “desgaste” o de desvinculación o desafiliación de una parte importante de los sectores populares con el proceso revolucionario y que esta peligrosa tendencia posee como elemento central la sobredimensión de un filtro, barrera, malla impermeable entre el líder y su pueblo; esto es lo que ya de manera coloquial se define como burocracia. Incluíamos la censura a demandas populares por parte de los medios públicos. Esta barrera cierra cualquier tipo de alimentación política al líder.
Los signos no se intercambian entre pueblo y líder y Chávez termina nutriéndose de otras fuentes, sobre todo externas, y no de su pueblo. Termina entonces hablando otro lenguaje, imposibilitado de intercambiar signos y facilitando interpretaciones disímiles en la producción de sentido lo que produce las divisiones internas, la incapacidad para transformar la realidad, el hastío en la política, la inmovilización y el reflujo actualmente presente.
Burocracia, primero que nada, no es sólo la tardanza en la firma de papeles o en la entrega de recursos. Tampoco es únicamente si la secretaria se pinta las uñas en la oficina. Cuando hablamos de burocracia planteamos la imposición de una clase que termina usufructuando el Estado para sus propios intereses y no para el bienestar popular establecido en el proyecto bolivariano y explícitamente en la Constitución Bolivariana.
Esa clase se forma no solo en las oficinas del Estado. Se produce en los grandes centros de saber, en las instituciones públicas en su totalidad, en las presiones de sectores económicos sobre el funcionariado, en la reproducción del saber occidental, eurocéntrico, en las prácticas moralistas de la lumpemburguesía, en la imposición de ideologías oficiales, en la concepción verticalista de las Fuerzas Armadas, en el concepto adeco del ascenso social, en la cooptación. Esta clase produce plusvalía, material e ideológica, controla los medios de producción y los medios de difusión e ideología. Hace que el Estado funcione para ella y no para transformar la realidad. Es la imposición de los criterios de una clase media incluida, proveniente básicamente de sectores medios universitarios que se proclaman socialistas, revolucionarios o de izquierda. Esta burocracia se ha venido plantando como membrana impermeable (o jaula de hierro en palabras de Weber) no solo en oficinas sino también en los modos de pensar y actuar de la dirigencia.
Esta burocracia produce la despopularización del proceso, tanto en la pérdida de sentido del líder con respecto a las demandas, gustos y afectividad de los sectores populares, como la desafiliación y desidentificación de parte del pueblo con su líder. Ese "hastío de la política" del que ha hablado Iturriza. Esto llega a su máxima expresión cuando, para seguir la demanda clase media de la seguridad, se ha desempolvado las políticas represivas y discriminatorias contra el pueblo (Dibise y Madrugonazo) Es decir, en un momento en el que las misiones sociales sufren un proceso acentuado de deterioro, sin claras políticas de redistribución, sin estrategias claras para resolver los problemas centrales de los sectores populares.
La pregunta que nos salta a la vista es: ¿que es lo que puede erosionar el impulso revolucionario?
Creemos que es totalmente posible que el liderazgo de Chávez pueda revertir esta nociva situación pero para ello deberá dejar de jugar cuadro cerrado con la burocracia antes caracterizada, con el Estado existente y con los poderes fácticos con los que está conviviendo. Hoy el problema no es el grado de conciencia del pueblo, sino el grado de conciencia del líder sobre la realidad que el pueblo está viviendo.
Los últimos meses, a partir de la crisis devenida de los resultados del 26 de septiembre y del problema de las lluvias pareció producirse un giro según el cual Chávez estaría dispuesto nuevamente, y después de casi 4 años de “encierro ideológico”, a volver a eso que aun los viejos políticos de izquierda llaman despectivamente las masas. Por primera vez en años pareciera un Chávez preocupado por los sentires y pensares del pueblo. Palabras como interpelación y repolarización salieron a flote. ¿Podrá Chávez destruir la jaula de hierro que le rodea? ¿podrá la interpelación popular rescatar el proyecto hegemónico revolucionario?
Eso lo analizaremos en la tercera entrega.
1.- la doble interpelación existente entre líder y pueblo.
2.-el movimiento que ha planteado con mayor radicalidad, los problemas de clase, etnia, procedencia y gusto desde la Guerra Federal.
3.- un movimiento particular venezolano, bolivariano, que puede equiparse a otras experiencias latinoamericanas como peronismo, fidelismo, zapatismo, sandinismo y a otros liderazgos de la historia nacional como los de Boves, el jóven Páez y Zamora. Debido a su extracción popular, y sobre todo barrial, el chavismo irrumpe subvirtiendo no solo el orden establecido sino también las alternativas izquierdistas eurocéntricas, antidemocráticas y antipopulares.
Terminábamos esa entrega diciendo que en la actualidad, y precisamente a partir de 2007, se ha presenciado un proceso de “desgaste” o de desvinculación o desafiliación de una parte importante de los sectores populares con el proceso revolucionario y que esta peligrosa tendencia posee como elemento central la sobredimensión de un filtro, barrera, malla impermeable entre el líder y su pueblo; esto es lo que ya de manera coloquial se define como burocracia. Incluíamos la censura a demandas populares por parte de los medios públicos. Esta barrera cierra cualquier tipo de alimentación política al líder.
Los signos no se intercambian entre pueblo y líder y Chávez termina nutriéndose de otras fuentes, sobre todo externas, y no de su pueblo. Termina entonces hablando otro lenguaje, imposibilitado de intercambiar signos y facilitando interpretaciones disímiles en la producción de sentido lo que produce las divisiones internas, la incapacidad para transformar la realidad, el hastío en la política, la inmovilización y el reflujo actualmente presente.
Burocracia, primero que nada, no es sólo la tardanza en la firma de papeles o en la entrega de recursos. Tampoco es únicamente si la secretaria se pinta las uñas en la oficina. Cuando hablamos de burocracia planteamos la imposición de una clase que termina usufructuando el Estado para sus propios intereses y no para el bienestar popular establecido en el proyecto bolivariano y explícitamente en la Constitución Bolivariana.
Esa clase se forma no solo en las oficinas del Estado. Se produce en los grandes centros de saber, en las instituciones públicas en su totalidad, en las presiones de sectores económicos sobre el funcionariado, en la reproducción del saber occidental, eurocéntrico, en las prácticas moralistas de la lumpemburguesía, en la imposición de ideologías oficiales, en la concepción verticalista de las Fuerzas Armadas, en el concepto adeco del ascenso social, en la cooptación. Esta clase produce plusvalía, material e ideológica, controla los medios de producción y los medios de difusión e ideología. Hace que el Estado funcione para ella y no para transformar la realidad. Es la imposición de los criterios de una clase media incluida, proveniente básicamente de sectores medios universitarios que se proclaman socialistas, revolucionarios o de izquierda. Esta burocracia se ha venido plantando como membrana impermeable (o jaula de hierro en palabras de Weber) no solo en oficinas sino también en los modos de pensar y actuar de la dirigencia.
Esta burocracia produce la despopularización del proceso, tanto en la pérdida de sentido del líder con respecto a las demandas, gustos y afectividad de los sectores populares, como la desafiliación y desidentificación de parte del pueblo con su líder. Ese "hastío de la política" del que ha hablado Iturriza. Esto llega a su máxima expresión cuando, para seguir la demanda clase media de la seguridad, se ha desempolvado las políticas represivas y discriminatorias contra el pueblo (Dibise y Madrugonazo) Es decir, en un momento en el que las misiones sociales sufren un proceso acentuado de deterioro, sin claras políticas de redistribución, sin estrategias claras para resolver los problemas centrales de los sectores populares.
La pregunta que nos salta a la vista es: ¿que es lo que puede erosionar el impulso revolucionario?
Creemos que es totalmente posible que el liderazgo de Chávez pueda revertir esta nociva situación pero para ello deberá dejar de jugar cuadro cerrado con la burocracia antes caracterizada, con el Estado existente y con los poderes fácticos con los que está conviviendo. Hoy el problema no es el grado de conciencia del pueblo, sino el grado de conciencia del líder sobre la realidad que el pueblo está viviendo.
Los últimos meses, a partir de la crisis devenida de los resultados del 26 de septiembre y del problema de las lluvias pareció producirse un giro según el cual Chávez estaría dispuesto nuevamente, y después de casi 4 años de “encierro ideológico”, a volver a eso que aun los viejos políticos de izquierda llaman despectivamente las masas. Por primera vez en años pareciera un Chávez preocupado por los sentires y pensares del pueblo. Palabras como interpelación y repolarización salieron a flote. ¿Podrá Chávez destruir la jaula de hierro que le rodea? ¿podrá la interpelación popular rescatar el proyecto hegemónico revolucionario?
Eso lo analizaremos en la tercera entrega.
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